Hace
unos años vi en el cine una película llamada “El Náufrago” cuyo protagonista Chuck Noland (Tom Hanks) era un obsesionado ejecutivo de
una empresa de correo privado.
Viajando
continuamente, previo a uno de esos viajes en que debía ir a resolver un
problema a un país asiático. Le propone matrimonio a su novia Kelly Frears (Helen Hunt), en vísperas de Navidad.
Volando a través de una terrible tormenta su
avión cae al mar sin que la torre escuchara su posición.
El
personaje se salva aferrándose a la balsa salvavidas pero para desatorarla debe
cortar una soga a la cual estaba atado el localizador satelital de la misma.
La
corriente lo arrastra a una isla donde llega inconsciente.
Cuando
recobra la conciencia se da cuenta que está en una isla desierta, sin
habitantes.
Luego de varios intentos de escapar de ese
lugar, se da cuenta que es imposible ya que la rompiente de olas se lo impide.
Chuck
pasa cuatro años alli. En el continente lo habían dado por muerto.
En
ese lapso él ve la manera de salir de la isla. Estudia los vientos, las mareas,
fabrica una precaria balsa con los
materiales que encuentra, e inclusive arma una vela con los restos de un baño químico
que había encontrado en la playa
Es
así que logra salir de la isla y superar la rompiente para ser rescatado de
forma milagrosa después de varios días a la deriva y casi sin fuerzas.
Esta
película me ha hecho reflexionar cuanto se parece nuestra vida a la experiencia
de este náufrago.
Nacemos
en un mundo que no elegimos. Hacemos muchos planes. Estudios, trabajo, profesión,
matrimonio, familia.
Pero
de pronto nuestro avión se cae en medio del océano.
La
pérdida de un ser querido, un fracaso familiar, un quebranto económico, etc. Sin
querer nos encontramos como ese naufrago, en una isla sin poder salir de ella.
Los problemas de esta vida. Al igual que aquellas gigantes olas, nos impiden
avanzar, Nos lastimamos, fracasamos, Nos desilusionamos…
En
esta vida es casi inevitable la desilusión.
Según el diccionario la desilusión es la pérdida de la
esperanza, de conseguir una cosa que se desea. Es perder la ilusión al saber
que algo o alguien no es como se creía.
Yo
quiero centrarme en la última parte de esta definición. La que se refiere al las
personas o las circunstancias en las cuales nosotros depositamos nuestras
expectativas y no se cumplieron.
En la Biblia hay un relato que nos habla de
esta circunstancia:
“Y he aquí, dos (discípulos)
de ellos iban el mismo día a una aldea llamada Emaús, que estaba a sesenta
estadios de Jerusalén.
E iban hablando entre
sí de todas aquellas cosas que habían acontecido.
Sucedió que mientras
hablaban y discutían entre sí, Jesús mismo se acercó, y caminaba con ellos.
Mas los ojos de ellos
estaban velados, para que no le conociesen.
Y les dijo: ¿Qué
pláticas son estas que tenéis entre vosotros mientras camináis, y por qué
estáis tristes?
Respondiendo uno de
ellos, que se llamaba Cleofas, le dijo: ¿Eres tú el único forastero en
Jerusalén que no has sabido las cosas que en ella han acontecido en estos días?
Entonces él les dijo:
¿Qué cosas? Y ellos le dijeron: De Jesús nazareno, que fue varón profeta,
poderoso en obra y en palabra delante de Dios y de todo el pueblo;
y cómo le entregaron los principales
sacerdotes y nuestros gobernantes a sentencia de muerte, y le crucificaron.
Pero nosotros
esperábamos que él era el que había de redimir a Israel; y ahora, además de
todo esto, hoy es ya el tercer día que esto ha acontecido.
Aunque también nos
han asombrado unas mujeres de entre nosotros, las que antes del día fueron al
sepulcro;
y como no hallaron su
cuerpo, vinieron diciendo que también habían visto visión de ángeles, quienes
dijeron que él vive.
Y fueron algunos de
los nuestros al sepulcro, y hallaron así como las mujeres habían dicho, pero a
él no le vieron.
Entonces él les dijo:
!!Oh insensatos, y tardos de corazón para creer todo lo que los profetas han
dicho!
¿No era necesario que
el Cristo padeciera estas cosas, y que entrara en su gloria?
Y comenzando desde
Moisés, y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las
Escrituras lo que de él decían.
(S. Mateo 24: 13)
La
desilusión tiene que ver con las emociones. Con lo que nuestro corazón ve.
Estos
discípulos. Después de caminar tanto tiempo con Jesús estaban cegados a causa
de su desilusión. No podían ver quien caminaba
a su lado.
Aquel
superhéroe en el cual ellos habían creído, había terminado en una cruz clamando
“Elí, Elí, ¿lama sabactani?” (Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?)”
Muchas veces en la vida caminamos como esos
discípulos. Nos sentimos traicionados. Desilusionados. Sentimos que quien no
debía fallarnos nos falló.
Pero
en esos días es cuando el mismo Jesús camina a nuestro lado.
Luego
aquellos discípulos comprendieron la realidad. JESÚS HABÍA RESUCITADO ¡!!
“Entonces
fueron abiertos los ojos de ellos, y le conocieron; mas él se desapareció de
los ojos de ellos.
Y decían el uno al otro: ¿No ardía nuestro
corazón en nosotros, mientras nos hablaba en el camino, y cuando nos abría las
Escrituras?
Y
levantándose en la misma hora, tornáronse á Jerusalem, y hallaron á los once
reunidos, y á los que estaban con ellos.
Que
decían: Ha resucitado el Señor verdaderamente, y ha aparecido á Simón.” (s. Lucas 24: 31-34)
Así
como el náufrago superó la barrera de coral, la rompiente; nosotros debemos
superar la desilusión. Nuestros ojos deben ser abiertos al propósito de Dios
para nuestras vidas.
Muchas
veces no entenderemos las circunstancias. Le haremos muchas preguntas a Dios.
Pero debemos recordar que a los que le aman todas las cosas nos ayudan a Dios.
No
importa cuál sea tu balsa. Lo importante es que la mantengas unida para llegar
a tu destino. Tené la seguridad que Dios va contigo como Jesús iba al lado de
esos discípulos por ese camino polvoriento.
El
prometió que estaría todos los días de nuestra vida, hasta el fin del mundo. Solo
créele y llegarás a buen puerto.
Dios
te bendiga. Gustavo.
“…y he aquí yo estoy con vosotros todos los días,
hasta el fin del mundo. Amén.” ( S. Mateo
28: 20)
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