Siempre
me ha impactado el relato bíblico de Números 13 y 14; en el cual Moisés envía a doce
espías a explorar la tierra de Canaán. La tierra que Dios le había prometido a
su pueblo.
“Jehová habló a Moisés y le
dijo:
Envía unos
hombres que reconozcan la tierra de Canaán, la cual yo doy a los hijos de
Israel; enviaréis un hombre por cada tribu paterna, todos ellos príncipes.”
(Números 13: 1-2)
Moisés
elige 12 hombres, uno de cada tribu, tal cual Dios se lo había ordenado.
Pero
lo dramático de este relato es el reporte que le pasan estos espías luego de
cuarenta días de exploración:
“También les contaron:
Nosotros llegamos a la tierra a la cual
nos enviaste, la que ciertamente fluye leche y miel; estos son sus frutos.
Pero
el pueblo que habita aquella tierra es fuerte, y las ciudades muy grandes y
fortificadas; también vimos allí a los hijos de Anac.
Amalec
habita el Neguev; el heteo, el jebuseo y el amorreo habitan en el monte; el
cananeo habita junto al mar y a la ribera del Jordán».
Entonces
Caleb hizo callar al pueblo delante de Moisés, y dijo:
--Subamos luego, y tomemos posesión de
ella, porque más podremos nosotros que ellos.
Pero
los hombres que subieron con él dijeron:
--No podemos subir contra aquel pueblo,
porque es más fuerte que nosotros.
Y
hablaron mal entre los hijos de Israel de la tierra que habían reconocido,
diciendo:
--La tierra que recorrimos y exploramos es
tierra que se traga a sus habitantes. Todo
el pueblo que vimos en medio de ella es gente de gran estatura.
También
vimos allí gigantes, hijos de Anac, raza
de los gigantes. Nosotros éramos, a nuestro parecer, como langostas, y así les
parecíamos a ellos.”
Diez de los espías exceptuando a Josué y Cable pasan un
reporte totalmente desalentador de la situación.
Solamente Josué y Caleb tienen una visión correcta:
“Y Josué hijo de Nun y Caleb hijo de Jefone, que
eran de los que habían reconocido la tierra, rompieron sus vestidos
y
dijeron a toda la congregación de los hijos de Israel:
--La tierra que recorrimos y exploramos es
tierra muy buena.
Si
Jehová se agrada de nosotros, él nos llevará a esta tierra y nos la entregará;
es una tierra que fluye leche y miel.” (Núm. 14: 6-8).
Esto provoca que el pueblo se desaliente (le
prestaron oídos al reporte negativo), Dios se enoja y el Pueblo de Dios tardará
cuarenta años en poseer la Tierra prometida.
Solo quería hacer un breve análisis sobre este
relato y sus consecuencias.
Los hombres que fueron a explorar la tierra, no
eran hombres comunes; eran PRÍNCIPES. Otra versión dice que eran LÍDERES (NVI).
Se suponía que
los líderes inspirarían seguridad
y confianza a sus liderados. Sin embargo con la excepción de Josué y Caleb
todos obraron como “antilíderes” trayendo desesperanza y miedo al pueblo.
Pensaba si en estos días que corren, el liderazgo
que conocemos en general no se parece a estos diez espías.
En estos tiempos vemos personas públicas con gran
responsabilidad en el ámbito social, político y religiosos que envían mensajes negativos e intimidatorios a la
población creando temor y desconcierto, en una palabra lo manipulan.
Pero lo más lamentable es que este mensaje se ha
introducido en los púlpitos. Personas con gran responsabilidad sobre el pueblo
de Dios, dicen hablar en su nombre, confunden a la gente, atan al pueblo, lo
religan con ataduras religiosas, hacen doctrina de aquello que no es, lo someten a esclavitud.
El pecado más grande de estos diez espías fue no
creerle a Dios. ÉL había dicho: “la tierra que yo les dí”. Y eso era lo que
ellos debían transmitir, independientemente de si en esa tierra hubiera o no,
enemigos gigantes.
Creo que el pecado más grande de cierta parte del
liderazgo cristiano global, es no creerle a Dios. Tienen apariencia de piedad, pero con
sus dichos y con sus actos, niegan la eficacia de ella.
Pero no todo está perdido. Así como Josué y Caleb
fueron la excepción, le creyeron a Dios y obraron en consecuencia. Así se está
levantando una nueva generación de hombres y mujeres que le creen a Dios, y se someten a su voluntad. Que
rompen con los esquemas impuestos por una selecta casta religiosa, y se disponen a ser protagonistas del más grande avivamiento antes de que el Señor vuelva, solo
comparable con el Pentecostés y la Reforma Luterana.
Hoy podemos ser los “Josué y Caleb” de este tiempo y
ser transmisores de la visión de Dios.
“Si Jehová se agrada de nosotros, él nos llevará
a esta tierra y nos la entregará; es una tierra que fluye leche y miel.” (Núm. 14: 8)
Dios los bendiga
y hasta la próxima. GUSTAVO MORALES
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