miércoles, 25 de junio de 2014

JIM ELLIOT - UNA VIDA ENTREGADA AL MÁXIMO

Jim Elliot nació en Portland, Oregon, el 8 de Octubre de 1927.  Convertido a los seis años de edad, dedicó su vida a conocer a Dios y a buscar y cumplir su voluntad. Cuando tenía sólo veinte años se había expresado así en una oración íntima: «Señor, prospera mi camino, no para que adquiera una posición social elevada, sino para que mi vida sea una demostración del valor de conocer a Dios».  Sostenía que para conocer a Dios primero hay que obedecerle.  Después de los estudios primarios Elliot pasó a un politécnico, en el que escogió el dibujo arquitectónico entre otras asignaturas técnicas.    
Vinculado a iglesias de los «Hermanos Libres» procuró mantenerse apartado de toda actividad frívola, así como de cualquier actividad bélica o política.  Posteriormente siguió estudios universitarios en el conocido Wheaton College, de orientación evangélica, y con el tiempo fue comprendiendo que su postura rígidamente ortodoxa, mantenida con cierta arrogancia, le impedía tener contactos fructíferos con sus compañeros de estudio y otras personas a las que intentaba evangelizar.  Tuvo siempre, según dan testimonio sus escritos privados, una intensa vida devocional y de estudio de la Palabra de Dios.
Concluidos sus estudios formales en 1949, estudios de cuyo valor en algún momento comenzó a dudar, realizó un curso de lingüística práctica en el Instituto Lingüístico de Verano en la Universidad de Oklahoma (donde por primera vez oyó hablar de los aborígenes “aucas” del Ecuador), curso destinado a futuros misioneros deseosos de aprender a hablar lenguas indígenas y finalmente elaborar alfabetos para las mismas con el fin de que los hablantes de ellas pudieran tener acceso a las Sagradas Escrituras.  Terminados todos estos estudios y habiendo realizado bastantes actividades evangelísticas (incluido un programa radial) y de enseñanza bíblica en distintas partes de los Estados Unidos, buscó la voluntad de Dios en cuanto al campo misionero hacia el cual debía dirigirse, no sin resistencia de su familia y sus amigos que consideraban que tenía cualidades intelectuales y la capacitación adecuada para ser de mucha utilidad en las iglesias y en los grupos universitarios en su propio país.  A lo largo de sus años de estudio se había destacado como organizador, orador, escritor y actor, sin dejar de dar su testimonio cristiano a quien quisiera escucharlo. 


Entre los argumentos que esgrimió en esas circunstancias, y que contribuyeron a convencerlo del paso que había decidido dar, estaba el de que «hay un obrero cristiano para cada 50.000 personas en otras tierras, en tanto que hay uno por cada 500 en los Estados Unidos».
«La población de la India –escribió también en su diario- equivale a la de Norte América, África, y Sud América combinados, y hay un misionero por cada 71.000 personas allí». Ante estas realidades no encontraba justificativo alguno para quedarse en su propia tierra. Llegó así el momento en que se sintió guiado al Ecuador, país al que se trasladó en 1952.  Iba soltero porque entendía que sólo así podía iniciar actividades misioneras sin impedimentos. Dispuesto a afrontar el celibato, no descartaba la posibilidad de contraer matrimonio más adelante con la joven a la que se sentía atraído. Entre 1952 y 1956 Elliot estuvo en diversos lugares del Ecuador, junto a su compañero Fleming, y luego también junto a Youderian y McCully, aprendiendo el castellano y el quichua de la región, como también colaborando en tareas misioneras (de predicación, de evangelización, de enseñanza bíblica, de auxilio médico a los naturales).  Paralelamente colaboraba en la preparación de lugares techados para la realización de cultos y clases de doctrina y de lectura y escritura, como de viviendas para las diversas familias misioneras (aunque le impacientaba tener que dedicar demasiado tiempo a estas últimas actividades, que lo distraían de lo fundamental de la misión a la que había sido llamado).  Las actividades incluían viajes de reconocimiento de varios días o semanas por la selva, a veces a pie y otras en canoas.  Además, habiendo llegado al Ecuador con el pensamiento de alcanzar algún día a los aucas, se dedicó a aprender frases útiles para los primeros contactos, para el caso de que se presentara esa posibilidad. La oportunidad se presentó finalmente y Elliot, el «lingüista» del grupo, tuvo la posibilidad de emplear a voz en cuello las frases aprendidas, con la esperanza de que fueran oídas por los aucas.
 
“La Operación Auca”

La “Operación Auca” comenzó en septiembre de 1955. 
Sus integrantes fueron Jim Elliot, Nate Saint, Ed McCully, Peter Fleming y Roger Youderian.
El primer movimiento hacia esa zona la hizo Ed McCully, quien se estableció en Arajuno, un poblado quichua de unas cien personas en el borde mismo del territorio auca. Separados de ellos sólo por el río Arajuno, Ed puso alrededor de su casa un alambrado eléctrico y se propuso tener siempre a la mano una pistola o una escopeta para usarla para intimidar en caso de ataque. La estación de Arajuno llegó a ser la base de la Operación.
El 19 de septiembre, Nate y Ed sobrevolaron la tupida selva buscando poblados. Tras varias pasadas, descubrieron unos quince lugares despejados y unas pocas casas. Dos semanas después, Nate y Pete pudieron realizar una nueva exploración y constataron la existencia de media docena de casas grandes a sólo quince minutos de vuelo de Arajuno. ¡Ya estaba localizado el objetivo!
Para superar la barrera del idioma, Jim viajó a una hacienda cercana donde vivía una mujer auca que había huido de su pueblo. Ella enseñó a Jim algunas frases que permitieran a los misioneros un primer acercamiento. 
El 6 de octubre comenzaron con el lanzamiento regular cada semana de regalos desde el aire, usando la técnica que Nate habilidosamente había creado para que  una persona pudiera recoger el contenido de un balde de lona con la mano, sacar lo que éste contenía, y aun poner en él lo que deseara antes de que éste fuera alzado de nuevo desde el avión. 
Se comenzaron a suceder las visitas y los regalos uno tras otro. Los aucas los recibían con agrado. Para el cuarto viaje, Nate instaló en el avión un parlante a batería para enviar los mensajes amistosos que Jim había aprendido. A la sexta semana, los aucas empezaron a poner, de vez en cuando, algún regalo de vuelta en la canasta. Cada signo amistoso de los aucas era recibido con alborozo por los misioneros. 
Para el 3 de diciembre ya llevaban nueve visitas. A medida que pasaba el tiempo, veían más cercano el día que podrían acercarse a ellos por tierra. Para tal fin empezaron a explorar el terreno. Encontraron una playa junto al Curaray apta para aterrizar, ubicada a unos 7 kilómetros de la “Ciudad Terminal”, la población que solían visitar por avión, y decidieron establecerse allí el 3 de enero, llamando a ese lugar “Palm Beach”. 
El plan estaba trazado hasta en sus mínimos detalles. Cada misionero tenía a cargo una parte de la “Operación”. Incluso Marj, tendría la importante función de atender el equipo de radio en Shell Mera, manteniéndose en contacto permanente con el avión. Por su parte, Bárbara (la esposa de Roger) se quedaría en Arajuno con Marilou (esposa de Ed) en la preparación de la comida que llevaría diariamente a Palm Beach.
A esta altura, las cinco esposas habían barajado ya de manera muy realista la posibilidad de quedar viudas, y la conclusión para ellas era clara: a la hora de casarse ellas aceptaron que nunca habría dudas en cuanto a quién ocupaba el primer lugar en sus matrimonios: Dios y su obra.
La mañana del 3 de enero, los cinco hombres cantaron uno de sus himnos favoritos y se dispusieron a marchar. En tres viajes sucesivos, el avión trasladó los enseres necesarios, incluyendo una pequeña casa que instalaron en el tronco de un árbol, a diez metros de altura, junto a la playa. 
El miércoles y jueves, Nate y Peter, que iban a Arajuno a dormir, sobrevolaban la “Ciudad Terminal” invitando a los hombres a venir a Palm Beach. Algunos pequeñas señales les anunciaban su próxima aparición.
El viernes a las 11:15 resonó una voz al otro lado del río, e hicieron su aparición tres aucas: un hombre y dos mujeres. Los misioneros les acogieron amistosamente. Como el hombre mostrara interés por el avión, Nate lo invitó a volar por encima de su propio poblado. El resto del día transcurrió sin sorpresas.
El día sábado no ocurrió nada especial.

El día “D”

El domingo 8 Nate vio desde el aire acercarse decididamente un grupo de aucas, y entonces llamó a su esposa, para que estuviera atenta para un contacto por radio para las cuatro y media.
A las cuatro y media las esposas se conectaron, unas desde Shell Mera, las otras desde Arajuno. Llamaron a Palm Beach, pero sólo había silencio.
Esperaron hasta última hora esa noche, queriendo creer que el silencio se debía sólo a algún pequeño contratiempo. Las horas transcurrieron largas y dolorosas.
A las siete de la mañana del lunes 9, Johnny Keenan, volaba raudo hacia Palm Beach para obtener noticias de sus compañeros. A las nueve y media Johnny remitió su informe, que Marj retransmitió escuetamente a todos.
—“Johnny ha encontrado el avión sobre la playa. Le han arrancado toda la tela. No hay señal de los muchachos.”

Los días posteriores

El miércoles, colegas misioneros y militares norteamericanos y ecuatorianos organizaron una cuadrilla de rescate que partió de Arajuno rumbo a Palm Beach. Ellos abrigaban aún la esperanza de hallar en cada curva del río, a lo menos, a alguno de los cinco misioneros regresando a pie.
Cuando llegaron a Palm Beach descubrieron cuatro cuerpos; el quinto había sido avistado poco antes, pero fue imposible recuperarlo aguas abajo. La patrulla de salvamento llevó a cabo una pequeña ceremonia de sepultura bajo el gran árbol con la casita.
El sábado, las viudas fueron invitadas a sobrevolar Palm Beach y pudieron ver por unos instantes la tumba común de sus esposos. Al virar de regreso el avión, Marj Saint, la viuda de Nate, dijo:
—“Ese pequeño cementerio es el más hermoso del mundo.”

El muro se rompe

El martirio de los cinco misioneros, publicada por los diarios, despertó la inmediata reacción en el mundo entero. De todas partes empezaron a llegar saludos y condolencias a las cinco viudas. El ejemplo de los mártires alentó a muchos otros a servir al Señor como misioneros. 
Entre tanto, se formularon rápidamente planes para continuar la obra de los mártires. Johnny Keenan retomó los vuelos con regalos sobre las aldeas aucas para demostrarles su intención amistosa. La obra entre los vecinos quichuas experimentó un sorprendente aliento. Ellos mismos comenzaron a orar también por los aucas.
El 3 de septiembre de 1958, tres mujeres aucas convertidas y adoctrinadas por Elisabeth  Elliot, viuda de Jim y Raquel Saint, hermana de Nate, volvieron a su aldea, donde permanecieron tres semanas hablando del amor de Dios, manifestado a través de las misioneras.
El triunfo de la causa de Cristo quedó demostrado menos de tres años después cuando Elizabeth y Raquel, fueron invitadas a vivir entre los aucas.  Poco después, Elizabeth escribía así: «Hoy me hallo sentada en una chozita de paja… a pocos kilómetros al suroeste de ‘Palm Beach’.  En otra casucha de paja, a menos de  cuatro metros de distancia, se hallan sentados dos de los siete hombres que dieron muerte a mi esposo Jim».


Bibliografía: Revista “Aguas Vivas”, Wikipedia, “Inspiraciones de Dios Blogspot”

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